el jardin

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El escenario botánico para «su celebración» resulta ser un alegre jardín mediterráneo de matiz subtropical, creado a comienzos del siglo XX cuando en Málaga estaban «a la moda» corrientes paisajísticas «coloniales» de inspiración británica.

Las estructuras arquitectónicas del jardín se inspiran en el modernismo racionalista «art decó», imperante entre los años 30 y 40 del pasado siglo XX, sin renunciar a los elementos decorativos de la tradición rural andaluza : paredes encaladas, losas sevillanas «a la cuerda seca», tejas vidriadas en verde manganeso y coloridos azulejos quebrados, dispuestos con la técnica romana del «opus signinum». Creando un espacio alegre y señorial

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La colección botánica mixtifica esencialmente la flora de Asia y Oceanía con el tipismo andaluz.

Destacan árboles centenarios importados desde la Isla de Guam, capital de la Micronesia, e Islas Filipinas «territorios españoles de ultramar» hasta 1898. Islas muy bien comunicadas con el puerto malagueño desde 1869, cuando fue inaugurado el Canal de Suez, y pudieron establecerse comunicaciones directas y regulares desde la Península Ibérica con esas islas por el Mediterráneo.

Por esa razón muchas especies botánicas adaptadas al paisaje malagueño proceden de las «antípodas», confiriéndo al jardín cierto «aire» cosmopolita, revestido de la solera histórica y nostálgica del paisajismo colonial.

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El ámbito para celebraciones «grosso modo» abarca una superficie de 3.000 m2, aunque el núcleo principal de 600 m2 se estructura en torno a un “Cenador” amplio y elegante.

El cenador está cubierto por la copa espectacular de un “Ficus microcarpa” podado en forma de boveda. Árbol centenario de dimensiones desmesuradas originario de Indochina.

En contraste destaca una palmerita enana  “Cyca”,originaria de Japón, que se plantó en el centro del cenador, acompañada por una imponente palmera “Canariensis» que, como es lógico, procede de las Islas Canarias, y que es una especie típicamente asociada con los jardines españoles.

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La esquina “norte” del jardín está presidida por una altísima “Araucaria de Nordfolk”, especie endémica de la isla australiana del mismo nombre, que es conocida entre los botánicos por su peculiar y exclusiva flora autóctona.

Los imponentes penachos de las araucarias, dibujados en el horizonte, se divisan en el entorno rural de la capital malagueña, simbolizando la prosperidad cosmopolita de las antiguas “Haciendas”. El “sky line” del jardín se completa con dos “Casuarinas”  australianas, que definen los límites del espacio ajardinado al oeste.

Salvando un desnivel el centro del jardín está refrescado por una alberquita decorativa, rodeada con un arriate sembrado de bambú, especie nativa de la China continental.

Además el jardín está flanqueado por una arboleda de naranjos,  frutal decorativo que hoy se asocia con el mundo “mediterráneo”, aunque en realidad su origen remoto es el Extremo Oriente y por ello resulta ser una planta evocadora en el contexto botánico descrito.

El jardín se completa con macizos de plantas no menos exóticas, originarias de África del Sur y otras zonas de América, pues el puerto de Málaga también mantuvo comunicaciones frecuentes con las islas de Cuba y Puerto Rico, igualmente territorios españoles hasta 1898.

En conjunto el jardín de la “Hacienda del Cura” es un ejemplo típico del paisajismo malagueño del siglo XX que se recrea en la aparente “espontaneidad”de un “microcosmos” botánico exótico y globalizado.

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El jardín permite la organización de fiestas y eventos en cualquier época del año, pero sobre todo resulta ser una «experiencia de los sentidos» entre mediados de primavera y mediados de otoño, cuando mejor pueden disfrutarse las bellezas del jardín con celebraciones al aire libre.

Hay momentos especialmente singulares para eventos diurnos en torno a mediados de marzo y mes de abril,  cuando la floración del naranjo está en su apogeo. Entonces el esplendor del jardín se ve complementado con el aroma embriagador  del azahar, cuyos delicados efluvios envuelven la propiedad, al ser mecida por la suave brisa primaveral.

No obstante nada supera en elegancia las veladas nocturnas estivales a la luz de la luna, si se añade el romántico encanto de los farolillos de colores, cuando el jardín puede disfrutarse de forma extraordinaria, gracias al frescor natural que aporta la exhuberante vegetación circundante.

Eventualmente en cualquier periodo del año pueden instalarse de forma preventiva carpas techadas a petición del cliente, naturalmente fuera del verano cuando la pluviometría es francamente rara o nula.

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